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Juguemos con la (des)esperanza


¿De qué vale mirar hacia otro lado con las ansias de que todo permanecerá igual? Porque nos edulcoramos con el nihilismo de nuestras esperanzas muertas ¿Por qué hay esperanzas que están muertas? ¿Por qué preferimos la negación antes que la conmoción por los sucesos recientes? Nos han enajenado tanto que preferimos pagar el caro precio del escepticismo antes que mirar resueltamente el ápice del asta que próximamente ondeará nuestra bandera con los aires de libertad. Los aires que mueven el género de nuestro símbolo nacional serán, con certeza, los aires del progreso y de la unidad.  El éter de paz y reconciliación debe envolver a cada uno de nosotros, los ciudadanos, con el deber de abrazar fuertemente a la libertad para no soltarla nunca más.

Los avances solo apuntan a que la reconstrucción es una realidad. La cohesión es una realidad. La unidad es nuestra bandera hacia el camino que toca transitar. Las diferencias son ínfimas. Ya que no existe diferencia posible entre un obrero y un empresario por la crisis que corroyera a todas las clases por igual. No es sino para la más alta y desconectada cúpula que la miseria sirve como un trampolín para su insaciable corrupción. Es la excusa para malversar el capital público que le pertenece a las instituciones y a los espacios públicos.
  
No existe una mejor demostración que las innumerables declaraciones, manifestaciones que solo exigen, y hacen una realidad tangible, la verdadera voluntad de una sociedad que está más que lista para posar su mirada y su esperanza en el crecimiento, la meritocracia y el reconocimiento al otro, su conciudadano. Somos una nación que estuvo fracturada solamente por la carestía de bienestar; no por nuestras ideas y nuestra conciencia. La necesidad es de común interés, y el interés común de todos es la necesidad de remar hasta que la última brazada nos lleve al progreso y a no odiar a los demás por sus posturas, porque es a través de aquellos que tienen posturas distintas con lo que se construye el interés que verdaderamente representa nuestras necesidades.

El cimiento de la nueva nación que está cerca, y que nunca fue distinta a nuestras verdaderas características, es la de un país de personas honradas, trabajadoras y solidarias. Esas son las razones que nos llevarán a la pronta y satisfactoria reconstrucción de nuestra casa, Venezuela. Nuestra economía se debe basar desde lo más pequeño a lo más grande. Se le debe dar el valor de confianza a aquellos que tienen la tarea de producir valor diariamente. La perspectiva de nuestra reconstrucción debe estar enfocada hacia los generadores de trabajo. Es solo a través de nuestros empleadores, comerciantes y empresarios que se podrá estructurar una base macroeconómica verdaderamente independiente, y verdaderamente fuerte.

La industria petrolera debe ser privada. La demanda debe exigir una institución no gubernamental, una industria que sea capaz de responder y administrarse independientemente. Tiene que cesar el ideal de que el petróleo es materia prima del Estado. Solo es materia prima  de nuestra condición geográfica. Es una herramienta, no un grifo por el que fluye el progreso. El verdadero progreso se alcanzará con un Estado que sepa organizar y generar condiciones a los motores de valor de esta sociedad. Y el verdadero progreso se logrará cuando nuestras instituciones y el rendimiento de las mismas no sea directamente proporcional a los gobiernos que siempre estarán de paso.

El petróleo no es que sea el único instrumento de construcción. Hoy debemos ver este instrumento como otro elemento más de la realidad macroeconómica, no como el único instrumento que mueve la macroeconomía. Es por eso que el progreso que sentimos en el porvenir debe estar constituido como  una estructura de crecimiento y de oportunidades. Una estructura que reconozca al más pequeño empleador y le de las capacidades de reinventarse. El petróleo debe ser un mero ingreso y no el conductor de nuestro bienestar.
Venezuela debe volver a convertirse en el país de las oportunidades. Y es por ello que la innovación y el emprendimiento en todas las áreas serán el motor de nuestro país.

 La capacidad que tengamos de reinventarnos debe ser nuestra capacidad de ser ricos otra vez. Es por esto que tenemos que comenzar a jugar a la esperanza para generar en el futuro un clima de esparcimiento y bienestar. Solo de esta manera dejaremos a un lado la desesperanza que envilece nuestro espíritu y nuestra conciencia de que no es posible; cuando la realidad es que sí es posible, y se está logrando.


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